Últimamente todo es un caos. Uno que no sé si termina de gustarme, si es el caos del Universo lleno de colores, estrellas y planetas o el que se forma después de un huracán. Todo cambia, y no sé si también lo hago yo, si lo hago al mismo ritmo que los demás. Supongo que sí, pero como digo, no sé si para bien o para mal. Ya no leo, ni hablo, ni escribo, aunque esto último tampoco lo haya hecho demasiado antes. Ahora me gusta pasarme horas viendo cuadros, películas, escuchando música. Todo tan sumamente pasivo e inquietante que me asusta. Pero son tantas las cosas que había visto y que nunca había mirado...
Opciones a las que hace unos años me negaba en rotundo ahora empiezan a parecerme posibles, que probablemente acaben mal, pero por qué no intentarlo. Y me confunde porque a veces creo que madurar es simplemente volver a ser un niño para ciertas cosas. Me miro al espejo y sigo sin peinarme de nuevo con el cabello negro y los ojos más verdes que nunca, y me pierdo. Y no sé qué hacer. Supongo que dejarme llevar, y hacer de mi caos un caos como el del Universo, lleno de colores, estrellas y planetas.